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viernes, 8 de abril de 2011

Capitulo I

Quizás muchos de ustedes se encuentren hoy en la oscuridad más absoluta, sabiendo lo que no les gusta, pero a la vez, sin saber lo que hacer con su vida, eso es un tremendo problema, cuando se escucha esa voz de desconformismo que nace de tu interior y que te hace inmensamente infeliz cada día que pasa. Así, lo más seguro es que te arrastres por la vida, sabiendo que cada minuto que pasa, se consume como una vela frente a tus ojos y tú no eres capaz de hacer nada, sólo percibir estático como momia, como tu vida se apaga.


Yo me sentía así, me quedaba horas y horas pensando y ahora ¿qué hago con mi vida? ¿que es lo que me gusta? ¿que es lo que realmente me haría feliz? y las respuestas no llegaban, las horas nocturnas eran eternas, y el día pasaba como un viejo decrepito, mientras yo le miraba, sin saber que hacer.


Entonces comencé a escribir, retomé ese gusto por la narrativa y la lectura, escuché música, practiqué meditación, y me fui encontrando con mis miedos, esos que durante años me mantuvieron maniatado, sólo así fui dando los pasos que me llevaron hasta donde estoy hoy.


Claro, ahora que lo escribo no logro transmitirle lo angustiado que estaba, lo omnibulado que me hallaba, lo desorientado, créanme que no fueron días, los que transcurrieron en éste estado, fueron años, por que yo quería salir solo, y ese fue mi gran error, uno necesita ayuda, por eso no temas en pedirla, te vas a ahorrar mucho tiempo inútil. Me despido por hoy.



lunes, 28 de marzo de 2011

Salto al abismo

Hace algunos años dejé de trabajar, abandoné a mi familia, mis hijos, TODO, sólo porque estaba cansado de la vida que llevaba, no sabía bien que quería, sólo me dejé llevar por esa voz interior que me pedía a gritos libertad, porque estaba ahogada tanto tiempo en la oscuridad. Tuve que aislarme para poder encontrarme conmigo mismo, debí desnudarme ante el espejo de la sinceridad, reconocerme, aceptarme tal cual, sin tapujos, tuve que desprenderme de mis máscaras y comenzar a ser el ser que siempre debí ser. Tuve que enfrentarme a mis miedos y luchar contra ellos para vencerlos, pero en este camino, me encontré en la soledad más pura, y lloré tanto como lágrimas podía contener, me despojé de mis tabúes, de mis falsas ilusiones, me desintegré y desde las cenizas volví a renacer, como el ave Fénix. Sin duda que éste proceso fue doloroso, no por nada los griegos dicen que sabiduría es el sufrimiento del alma, pero todo eso sirvió, para que después tuviera la energía necesaria para buscar mi destino.